Seguim oferint-vos quatre bisbes més de l'episcopologi de Barcelona.
14 QUIRZE (c. 640- 666)
Asistió al concilio X de Toledo. Amigo del arzobispo San Idelfonso de Toledo y de Tajón de Zaragoza. Autor de un himno famoso dedicado a Santa Eulalia de Barcelona distinta a la de Mérida.
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Es evidente que en ese periodo que va desde mediados del siglo VII hasta su final, hubo en la Iglesia de Barcelona —lo mismo que en otras diócesis de España como Sevilla— un auténtico renacimiento literario digno del mayor esplendor y atención. Aquí en la Tarraconense ese auge cultural se debe especialmente a la gran actividad de Quirze y de Idalacio, obispos de Barcelona. Son contemporáneos de los célebres San Isidoro —el hombre más sabio de su siglo, según se decía—, de San Braulio de Zaragoza, de Liciniano de Cartagena, de Juan de Vallclara, de Julián y de Idelfonso, estos últimos de Toledo... En todos estos centros y por supuesto en la catedral de Barcelona existían los «scriptoria» donde se elaboraban y confeccionaban los hermosos y valiosos códices que tanta gloria dieron a nuestra cultura. Especial interés se manifestaba en copiar las obras de San Gregorio I —el autor que podríamos decir “de moda” en aquel tiempo—. Códices escritos en elegante letra uncial, como el que se posee aun en el Archivo Capitular de Barcelona y que ha sido expuesto al inicio del siglo XXI en la exposición denominada “Scripturaria” (Barcelona 2002) en la Pía Almoina, Museo Diocesano de Barcelona. Estos códices se conservaban en sendas bibliotecas capitulares a cuyas dependencias se ascendían a través de los claustros catedralicios.
De Quirze obispo de Barcelona sabemos que se relacionó con San Ildefonso de Toledo y con Tajón de Zaragoza. Hay una íntima correspondencia epistolar entre esos dos mencionados prelados. De esta relación epistolar sabemos que San Ildefonso entregó a Quirze de Barcelona el códice de su obra denominada De virginitate Santae Mariae contra infideles y que el mismo Quirze solicitó a Tajón que le dejase sus resúmenes de las sentencias de San Gregorio. Se ve que el obispo de Barcelona retuvo por demasiado tiempo el códice del obispo Tajón y que éste le exigió que se lo devolviera lo antes posible.
Ya hemos dicho que Quirze es el autor de un himno —imitando a Prudencio— de textos litúrgicos exaltando la figura de Eulalia, la gran santa de Barcelona, y que gracias a sus escritos puede afirmarse que en la diócesis barcelonesa en el siglo VI se tributaba culto a la virgen mártir Eulalia de Barcelona. También gracias a Quirze sabemos que había en Barcelona el “martyrium” de la Santa y un monasterio adjunto a él.
Quirze asistió al concilio X de Toledo celebrado durante el mes de diciembre de 656. Firmó las actas de este concilio en undécimo lugar entre los cincuenta presentes. En él también estaban sus amigos: Ildefonso —que todavía era abad, no metropolitano— y Tajón obispo de Zaragoza.
Terminado el concilio de Toledo en el último mes del año 656, Quirze, quizá a causa del largo viaje a Barcelona, cayó enfermo y tuvo que iniciar un periodo de reposo. Durante el cual —leyó el libro de Virginitate de su amigo, San Idelfonso. Gracias a esta lectura, nos dice la crónica, nuestro obispo de Barcelona logró alcanzar nuevas energías y recuperar la salud que le permitieron volver de nuevo al desempeño del ministerio episcopal. Posiblemente el autor de la crónica cree que se refiere a una curación milagrosa.
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DHEC III, 193; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 261; MARTI BONET, 63.
PUIG I PUIG, doc: -Carta gratulatoria del obispo Quirze a San Ildefonso, obispo de Toledo, por su obra “De virginitate Sanctae Mariae”, 347
-Carta de San Ildefonso al obispo Quirze, 348
-Carta del obispo Quírze a San Idelfonso, 349
-Carta de San Ildefonso al obispo Quirze, 349
-Prefacio de los cinco libros de la “Sentencias” de Tajón, obispo de Zaragoza, dedicándolos al obispo Quirze, 350
-Epístola del obispo Quirze a Tajón, 352
-Himno del obispo Quirze “in festo Sanctae Eulaliae, virginis barchinonensis”, 352.
15 IDALACIO (Idacio) (c.667- 689)
Asistió a varios concilios de Toledo: el XIII (683) y el XV (688). Gran amigo de San Julián de Toledo. Éste dedicó a su amigo de Barcelona su obra denominada Responsiones. Los contemporáneos de Idalacio nos dicen que era santo y que “escribió mucho”, sin embargo se han perdido sus libros. Murió el 689.
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No menos ilustre fue el sucesor de Quirze llamado Idalacio que sus contemporáneos le denominaban “sanctus”. Este obispo barcelonés (683-689) envió al concilio XIII de Toledo su arcediano Landulfo. El concilio se reunió el 4 de noviembre del año 683 en la catedral de Toledo, bajo la presidencia del metropolitano toledano San Julián, con asistencia de cuarenta y ocho obispos, veintiséis representantes de obispos, muchos abades y veintiséis grandes del reino. Todo el concilio supuso un respaldo a la corona del reino visigodo. Landulfo firmó las actas de este concilio en tercer lugar de los no obispos con esta frase: “Landulfus diaconus agens vicem Idalacii Episcopi Barcinonensis”. También el obispo de Égara Juan fue representado, por Graciano, presbítero.
Seis años después Idalacio se trasladó a Toledo, ya obispo, para la celebración del XV concilio de esta ciudad. San Julián de Toledo presidió el concilio y asistieron 61 obispos. El rey Ervigio había designado en su lecho de muerte a su yerno Egica, sobrino de Wamba. El obispo San Julián le había consagrado solemnemente y Egica precisaba el apoyo de los obispos; por esto se convocó, principalmente, el concilio XV de Toledo. También en este concilio los obispos se defendieron de las acusaciones vertidas anteriormente por el papa Benedicto II (años 684-685), sobre las supuestas teorías (o herejías) de la Iglesia Hispana opuestas —decía el Papa— a la ortodoxia romana.
San Julián de Toledo, amigo íntimo de Idalacio, le dedicó su obra Responsiones, en la que reproducía y defendía los cánones y leyes que prohibían que los cristianos fuesen siervos de los infieles. Este libro se ha perdido.
Por último cabe señalar lo que Jerónimo Paulo, cronista de esta época —y autor de un catálogo de obispos de Barcelona— nos dice que Idacio (Idalacio) de Barcelona “escribió mucho”. San Idalacio, San Quirze y San Nebridio fueron los obispos más célebres de los episcopologios de Barcelona y de Égara durante el período visigodo. Son considerados “santos”. Idalacio murió el año 689.
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DHEC II, 379; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 262; MARTI BONET, 64.
PUIG I PUIG, doc: -Prefacio del libro “Prognosticon seu de futuro saeculo”, de San Julián, obispo de Toledo, dedicándolo al obispo Idalacio, 553
-Epístola del obispo Idalacio a San Julián, obispo de Toledo, 355
-Carta del obispo Idalacio a Zunfredo, arzobispo de Narbona, 356.
16 LAÜLFO (c.689- 702)
Siendo diácono fue enviado por el obispo San Idalacio al concilio XV de Toledo (688). Después, ya obispo, asistió a los concilios XVI (693) y XVII (694) de Toledo, y últimamente al concilio XVIII de Toledo celebrado el 702.
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Como hemos dicho San Idalació murió el año 689. De su sucesor Laulfo sólo sabemos que asistió a un concilio de Toledo celebrado el 2 de mayo del 693 y que firmó —con el obispo de Égara Juan— sus cánones con la siguiente inscripción: “Laulfus Barcinonensis episcopus subscribi”. Los trece cánones exponen claramente el ambiente de constantes sublevaciones que presagiaban la invasión sarracena. Sublevaciones y revueltas —muchas veces sangrientas— de las que no eran exentas tanto las Iglesias Hispanas como sus obispos.
También es el periodo de los frecuentes cambios de sedes entre sus obispos: Félix metropolitano de Sevilla pasó a Toledo; Faustino de Braga a Sevilla; Félix obispo de Oporto a la sede metropolitana de Braga... Estos cambios eran totalmente impensables en la Iglesia Hispana anterior al año 681. Ahora con gran escándalo de los conocedores de la práctica de las elecciones canónicas, los nombramientos de obispos se los reserva el obispo metropolitano de Toledo con el consentimiento del rey. Pero en la práctica era el rey el dueño de la política de la Iglesia en Hispania. Buena prueba son las expresiones de los cánones de esos últimos concilios de Toledo en los que se repite constantemente: “¡Gracias sean dadas a Dios! ¡Dios proteja al rey!”. (Véase el canon 11 del concilio XVI de Toledo) A pesar de ello una gran hecatombe (en la segunda década del siglo VIII) se avecindaba y Barcelona será una de las iglesias más afectadas.
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DHEC II, 465; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 264; MARTI BONET, 64.
17 JUAN (¿antes del 850)
Un documento del 878 del archivo de la catedral de Barcelona le cita a causa de unas tierras usurpadas por un tal Recosindo.
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A pesar de esa férrea organización eclesiástica bajo la teocracia de Carlomagno en la que la diócesis de Barcelona obviamente también estaba sometida, una tenue autonomía se concedía en sectores menores de la sociedad. Teóricamente, los francos garantizaban a los habitantes del país el respeto de sus propiedades, el mantenimiento de las leyes en vigor —es decir, la ley romano-visigótica—, y aceptaban el ejercicio de la facultad de administrar la justicia, excepto en las causas mayores reservadas al tribunal del conde. Se podían regular también la exención de impuestos, y la limitación de los tributos y otros extremos. Sin embargo estas buenas disposiciones chocaron pronto con el movimiento independentista, que consideraba el “yugo” de los francos menos soportable que el de los anteriores amos, es decir, los sarracenos. Por este motivo, la historia de esta época (801-843) consiste en una serie de constantes revueltas entre unos condes fieles al emperador y otros condes que, acercándose más a los nativos, querían una independencia parecida a la de los otros países de la península (Asturias, Aragón y Navarra).
El cambio, pero, se produjo en el año 843, en que por el tratado de Verdún se consagraron definitivamente los derechos de Carlos el Calvo, sobre las regiones meridionales del Imperio. Al año siguiente todas las fuerzas vivas de la Marca se lanzaron como en una oleada de legitimismo a rendir homenaje y fidelidad al rey Carlos el Calvo, que en el verano del año 844 se encontraba en San Serni de Toulouse de Languedoc. A San Serni se dirigieron el arzobispo de Narbona, el obispo de Gerona, el representante de Sants Just y Pastor de Narbona, una delegación de la clerecía secular de la provincia, un grupo de ciudadanos de Barcelona y ciudadanos del castillo de Terrassa, los abades de la Grassa, de Albanyà, de las Escaules, de Amer, de Cubieres de Rasès, de San Llorenç del Narbonès, de Sureda, de Banyoles, de San Amiano de Narbona de Santa Grapa del Pallars, de Sant Policarp de Rasès, de Arès del Vallespir, de Psalmodi, de Castres y de Sant Climent de Reglella del Rosselló. Y la contestación no se hizo esperar: en una carta —en forma de privilegio solemne— dirigida a Barcelona y a Terrassa (año 844), Carlos el Calvo confirmaba y ampliaba aquello que anteriormente Carlomagno y Luis el Piadoso habían otorgado; y en otras posteriores, concretaba y determinaba los derechos de los beneficiarios, mostrándose siempre muy generoso. A pesar de ello claramente se configuraba que la Marca no sería más que una región de Francia y eso provocaba el descontento de no pocos nativos de la Marca Hispánica. Pocos años después, serían aceptados en los anales oficiales del imperio los obispos de Barcelona Juan (a. 850) y Adaulfo (a. 857-861). Pero no sucedía lo mismo en la antigua sede de Égara. Esta fue suprimida o anexionada a la de Barcelona.
A pesar de los acatamientos ofrecidos al rey franco esta sumisión duró poco. Una sublevación contra Carlos el Calvo (a. 848) y una razia sarracena (a. 852) en que se destruyó la ciudad y la catedral de Barcelona, marcaron un gran período de anarquía y de guerras entre los diversos pretendientes a la corona de Francia y entre los condes de la Marca. Pero al final se impuso de nuevo el orden, cuando, durante los años 870-878, Guifré el Pelós de Barcelona consiguió la sumisión de los condados de Urgell-Cerdanya, Gerona, Besalú y Osona.
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DHEC II, 424; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 267; MARTI BONET, 79.
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Catedral ve de càtedra núm. 5