sábado, 21 de marzo de 2020

ELS 120 BISBES DE LA DIÒCESI DE BARCELONA: Adaülf, Frodoí, Teodoric i Guilarà (c. 859-959)



Esperant que tots estigueu bé, seguim desglossant l'elenc dels 120 bisbes de Barcelona, arribant amb Guilarà (c. 937-959) al número 21.

18  ADAÜLF (C. 859- 860)
Colabora en la restauración de la ciudad después de una razia de los sarracenos. Asistió al concilio de Tuzey (Francia) el 860, en el cual se restableció la vida clerical en la diócesis de Barcelona.
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Una auténtica joya histórica es el documento-pergamino más antiguo original del archivo capitular de Barcelona. Es del periodo que va del 25 de diciembre del 875 al 6 de octubre del 877. En él Carlos el Calvo saluda a los barceloneses y les agradece su fidelidad, prometiéndoles una digna remuneración y envía, por medio de un judío llamado Judas 10 libras de plata al obispo de Barcelona Frodoí para que reconstruya la iglesia catedral de esa ciudad. Por ese documento podemos deducir que Frodoí era obispo durante estas fechas. Sin embargo en el mismo diplomatario —recientemente publicado por el canónigo Dr. Fábrega— hay noticias de dos obispos anteriores a Frodoí; son Juan y Adaulfo. De Juan, obispo en el documento del 875, se dice que durante su pontificado (antes del año 850) un tal Recosindo godo usurpó un campo cercano a Barcelona. Así pues, Adaulfo viene citado en el documento que hemos comentado anteriormente, de Luis el Tartamudo, del cual hay una copia en el archivo de la catedral de Barcelona.
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DHEC I, 17; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 269; MARTI BONET, 79.


19  FRODOÍ (c.861- 890)
De origen franco o germánico. Contrario a restablecer las costumbres y liturgia visigoda. Consiguió que no se restableciera la diócesis de Égara. En el 877 (octubre, 23) encontró las reliquias de Santa Eulalia de Barcelona en la iglesia de Santa María de las Arenas en la Vilanova de Barcelona (Santa María del Mar), las cuales fueron trasladadas a la catedral paleocristiana de Barcelona.
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De Frodoí (que se menciona en el pergamino original más antiguo que se custodia en el archivo capitular de Barcelona) sabemos que no procedía de la Marca Hispánica sino de Francia o Germania. Tuvo problemas en la diócesis de Barcelona (en la que fue impuesto por los carolingios) ya que un gran sector del obispado quería restablecer el rito visigodo desaparecido durante la invasión árabe o continuado durante esta invasión y celosamente conservado, de modo que la feligresía y los clérigos —en su inmensa mayoría godos hispanos— “eran impenetrables a otros ritos y a la organización de los dueños francos o nuevos invasores”.
Frodoí oponiéndose a una gran parte del clero de Barcelona, presentó sus reclamaciones favorables a la imposición de los ritos y tradiciones francas en la célebre asamblea de Attigny (del reino franco) reunida el año 874 y dedicada principalmente a los asuntos que hemos mencionado. Es así como Frodoí obtuvo el apoyo entusiasta de los asistentes de Attigny y del emperador. Pero lamentablemente puede decirse que las legítimas aspiraciones de sus feligreses y las de la antigua diócesis de Égara (Terrassa) se quisieron olvidar o, si se prefiere, se sepultaron en el más absoluto olvido. Esta sede de Égara ya no será diócesis después de la reunión de Attigny. Cuatro años después, en el concilio mixto de Troyes, Frodoí obtuvo una nueva confirmación de sus reclamaciones gracias a Luis el Tartamudo. Precisamente en ese concilio de Troyes (a. 878) se habló y trató claramente de la canónica —o colectivo de canónigos— de la sede de Barcelona, creada según el modelo carolingio. Además en Troyes el emperador Luis el Tartamudo confirmó al obispo de Barcelona la posesión de diversas tierras del Montseny y otros privilegios económicos y exenciones, traspasando, por ejemplo, al obispo de Barcelona una propiedad del conde Unifred. Este último estaba en conflicto con Luis el Tartamudo en esta época.
Pero el hecho más memorable del pontificado de Frodoí fue el hallazgo de las reliquias de Santa Eulalia en la antigua iglesia de Santa María de las Arenas de Barcelona, tal como nos hemos referido ampliamente en diversas publicaciones nuestras al hablar de la Santa virgen y mártir barcelonesa.
Cabe destacar que precisamente después de ser trasladadas solemnemente las reliquias de la mencionada virgen y mártir a la catedral de Barcelona, esta sede se denominará, ya por siempre, “de la Santa Cruz y de Santa Eulalia”. Las dos advocaciones serán sus titulares.
Frodoí al final del pontificado se vio implicado en una revuelta motivada por una insubordinación eclesiástica cuyo principal propulsor fue un tal Esclua de Cerdaña, obispo que pretendía ser nominado metropolita de la antigua provincia Tarraconense. Fue ciertamente este acontecimiento un signo claro de rebeldía contra los francos y contra el nuevo arzobispo Teodardo de Narbona. La reyerta fue efectiva con la ayuda de varios obispos (entre ellos el de Barcelona), así como algunos condes de la Marca Hispánica. Este asunto, relacionado también con la crisis del gobierno del imperio carolingio a la muerte de Carlos el Gordo, se solucionó con la posterior confirmación de la supremacía de Narbona sobre todas las diócesis de la Marca Hispánica. A pesar de ello y muy hábilmente Frodoí se libró de las severas represalias ante las supuestas rebeliones contra Narbona y los francos. Con todo Frodoí tuvo que hacer penitencia pública, de tal modo que los barceloneses vieron a su obispo al final de sus días, no revestido con los ornamentos pontificales, sino con el austero hábito penitencial de los penitentes. Seguro que la diócesis estuvo a él agradecida por la exaltación de Santa Eulalia trasladada a la Catedral, pero, a la vez, la comunidad cristiana quedó dolida ante su temperamento de manifiesta doblez y ante tanta sumisión aduladora a los francos.
Difícilmente a Frodoí se le podrá exculpar, en un juicio histórico, de la poca valentía en defender y conservar la liturgia hispano-visigoda y del prescindir y no tener el menor respecto a no pocas tradiciones y costumbres de la anterior y venerable iglesia barcelonesa. Después de él, todo ese patrimonio eclesiástico desapareció en aras a su adulación obsequiada a los vecinos francos.
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DHEC II, 225; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 271; MARTI BONET, 80- 81.
PUIG I PUIG, doc: -Lecciones de la invención y traslación del cuerpo de Santa Eulalia de Barcelona, por el obispo Frodoí, 878.


20  TEODORICO (c.904- 937)
Colaboró en el repoblamiento del Llobregat. Restauró muchas iglesias como la de Parets (904), Cervelló (904), Atmella del Vallés (932), la Roca (932). Reunió un concilio en Barcelona el 906 que debe considerarse mixto, ya que asistieron el conde Arnusto de Narbona y los nobles de la Marca.
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Es el prelado que por más años ha presidido la Sede de Barcelona intervino como obispo en la repoblación de los territorios del sur de Llobregat y del Penedés. También inició juntamente con el conde Sunyer, la construcción de la iglesia de San Miguel de Olérdola que no sería consagrada hasta el 992. Todas estas actuaciones en estrecha relación con el conde Sunyer son testimonios de la nueva misión —típicamente civil— del obispo de defender las fronteras de la Marca Hispánica. Recordemos que cuando el conde Sunyer reconquistó las montañas de Montserrat afirmó que su condado ya estaba seguro, porque todas y cada una de las montañas y puntiagudos montículos de aquella sierra serían como tantos otros castillos defensivos del territorio de la Marca Hispánica. ¡Cataluña gracias a Montserrat estaba segura!
La otra información que se insiste frecuentemente es la actuación en el castillo de Olérdola. La construcción de su iglesia también tenía esa función defensiva y contribuyó en gran manera a la seguridad del territorio reconquistado junto al litoral marítimo como ocurre también en los castillos e iglesias de La Geltrú y de Sitges.
La estrecha relación con el conde se manifiesta incluso dentro de la misma ciudad: según un documento del 24 de diciembre del 924 un tal Sal·la dio a la iglesia de Santa Cruz y Santa Eulalia (catedral) una casa con su patio que se halla dentro de la ciudad de Barcelona, junto al palacio condal y a la casa o palacio episcopal que Ervigo había dado a la iglesia de la Santa Cruz. Posiblemente se trate de una ampliación del Palacio Episcopal existente ya en el periodo visigodo, actualmente debajo de la calle de los Condes de Barcelona.
Teodorico fue también famoso por las restauraciones de muchas iglesias como la de Parets del Vallés (a. 904), las de Cervelló (a. 904 y 910) que concedió al monasterio de Sant Cugat del Vallés, la de L’Ametlla y la de la Roca del Vallés (a. 932).
De Teodorico se conoce su actividad en la compra de tierras para la sede barcelonesa especialmente en el área de la propia ciudad de Barcelona y del Vallés. Así se conserva un pergamino original en el Archivo Capitular fechado el 14 de marzo del 920 en el que los hermanos Adala y Sentramundo venden al obispo Teodorico una tierra a “Palatio Fracto” (Les Fonts de Terrassa) unido al castillo de Terrassa del condado de Barcelona.
Teodorico reunió un concilio mixto (o sínodo) en Barcelona el 906 con asistencia del conde Arnusto de Narbona y diversos obispos de la antigua Tarraconense para tratar de problemas relativos al obispado de Osona, sometido a un pago de cierta cantidad de dinero a la sede metropolitana narbonesa. La mencionada tributación fue abolida en un sínodo celebrado en San Tiberio de Agde (a. 907) al cual Teodorico no pudo asistir. Estas acciones preparaban el camino que llevaría noventa años después a la emancipación de los obispos catalanes respecto de Narbona. Teodorico estuvo presente en el sínodo de Gerona el 907. Aquí el nuevo obispo de Gerona, Guigó (907-939), fue consagrado.
Por último encontramos a Teodorico en el concilio de Fontcoberta (Narbona) el año 911 donde se resolvió un conflicto jurisdiccional entre los obispos de Urgell, Pallars y Ribagorza. De dos años después a la muerte de Teodorico (6 de junio de 939) tenemos otro pergamino original en el que los sobrinos de aquel obispo (Trasegónica y Ermenrigo) permutan unas tierras de Terrassa y de Caldes que esos habían recibido de su tío obispo. Cabe señalar, también, que Teodorico, formando parte de la provincia de Narbona, se había relacionado con el Papa.
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DHEC II, 527; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 275; MARTI BONET, 86.
PUIG I PUIG, doc: -Acta de consagración, por el obispo Teodorico, en 13 de octubre de 904, de la iglesia parroquial de San Esteban de Parets, 359
-Permuta, por el obispo Guilara, en 6 de junio de 940, de bienes legados a la Iglesia por el obispo Teodorico, 360.


21  GUILARÀ (c.937- 959)
Intervino en la fundación del cenobio- parroquia de Sant Pere de les Puel.les de Barcelona y consagró su iglesia (945). Repobló los territorios de Olérdola, La Granada, y Sant Pere de Ribes.
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El sucesor de Teodorico fue Guilara que continuó la política de repoblaciones llegando hasta el río Gaiá, frontera sur durante casi un siglo de la Marca Hispánica. Así en un documento transcrito en el Liber Antiquitatum de Barcelona del 17 de julio de 959 se dice que un tal Domènec dio a la iglesia de Santa Cruz y Santa Eulalia de Barcelona el castillo que aún no estaba totalmente edificado denominado Freixá, situado a la Marca de la ribera del río Gaiá en la villa que dicen “ortum de Brafim” que limita con Vila-rodona.
Guilara intervino en la fundación del cenobio de Sant Pere de les Puel·les en Barcelona y consagró su iglesia en el año 945. Esta iglesia fue ampliamente enriquecida (concesión de “dotalías”) por los condes Sunyer y Riquilda. Los mencionados condes le cedieron los diezmos de las «ráficas» de Tortosa. También esos condes le ayudaron a construir un edificio para la canónica, probablemente en el interior de las murallas romanas (quizá en el mismo lugar del actual edificio de la Pía Almoina (Museo Diocesano). En el año 951 la condesa Riquilda lo hacía receptor de la donación hecha a la antigua iglesia de Sant Miquel de Barcelona en sufragio de su difunto esposo. Pocos años después (a. 995) la condesa moría y Guilara sería uno de sus albaceas. Tal como vemos en el diplomatario, tantas veces mencionado, consta que Guilara se ocupó en ampliar los bienes de la iglesia de Barcelona en el Penedés y estableció cultivadores a los términos territoriales de Olérdola, La Granada y Sant Pere de Ribes y en el mencionado castillo de Freixa al lado de Vila-rodona.
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DHEC II, 333; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 278; MARTI BONET, 87.
PUIG I PUIG, doc: -Donación de los condes Sunyer y Richilda, en 17 de junio de 944, al obispo Guilara, para construir la Canónica, 360
-Acta de consagración, por el obispo Guilara, en 30 de junio de 945, de la iglesia de San Pedro de las Puellas, 361.

Us podeu descarregar el pdf aquí: CATEDRAL VE DE CÀTEDRA núm. 6


jueves, 12 de marzo de 2020

ELS 120 BISBES DE LA DIÒCESI DE BARCELONA: Quirze, Idali, Laülf i Joan (640 - abans del 850)





Seguim oferint-vos quatre bisbes més de l'episcopologi de Barcelona.


14  QUIRZE (c. 640- 666)
Asistió al concilio X de Toledo. Amigo del arzobispo San Idelfonso de Toledo y de Tajón de Zaragoza. Autor de un himno famoso dedicado a Santa Eulalia de Barcelona distinta a la de Mérida.
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Es evidente que en ese periodo que va desde mediados del siglo VII hasta su final, hubo en la Iglesia de Barcelona —lo mismo que en otras diócesis de España como Sevilla— un auténtico renacimiento literario digno del mayor esplendor y atención. Aquí en la Tarraconense ese auge cultural se debe especialmente a la gran actividad de Quirze y de Idalacio, obispos de Barcelona. Son contemporáneos de los célebres San Isidoro —el hombre más sabio de su siglo, según se decía—, de San Braulio de Zaragoza, de Liciniano de Cartagena, de Juan de Vallclara, de Julián y de Idelfonso, estos últimos de Toledo... En todos estos centros y por supuesto en la catedral de Barcelona existían los «scriptoria» donde se elaboraban y confeccionaban los hermosos y valiosos códices que tanta gloria dieron a nuestra cultura. Especial interés se manifestaba en copiar las obras de San Gregorio I —el autor que podríamos decir “de moda” en aquel tiempo—. Códices escritos en elegante letra uncial, como el que se posee aun en el Archivo Capitular de Barcelona y que ha sido expuesto al inicio del siglo XXI en la exposición denominada “Scripturaria” (Barcelona 2002) en la Pía Almoina, Museo Diocesano de Barcelona. Estos códices se conservaban en sendas bibliotecas capitulares a cuyas dependencias se ascendían a través de los claustros catedralicios.
De Quirze obispo de Barcelona sabemos que se relacionó con San Ildefonso de Toledo y con Tajón de Zaragoza. Hay una íntima correspondencia epistolar entre esos dos mencionados prelados. De esta relación epistolar sabemos que San Ildefonso entregó a Quirze de Barcelona el códice de su obra denominada De virginitate Santae Mariae contra infideles y que el mismo Quirze solicitó a Tajón que le dejase sus resúmenes de las sentencias de San Gregorio. Se ve que el obispo de Barcelona retuvo por demasiado tiempo el códice del obispo Tajón y que éste le exigió que se lo devolviera lo antes posible.
Ya hemos dicho que Quirze es el autor de un himno —imitando a Prudencio— de textos litúrgicos exaltando la figura de Eulalia, la gran santa de Barcelona, y que gracias a sus escritos puede afirmarse que en la diócesis barcelonesa en el siglo VI se tributaba culto a la virgen mártir Eulalia de Barcelona. También gracias a Quirze sabemos que había en Barcelona el “martyrium” de la Santa y un monasterio adjunto a él.
Quirze asistió al concilio X de Toledo celebrado durante el mes de diciembre de 656. Firmó las actas de este concilio en undécimo lugar entre los cincuenta presentes. En él también estaban sus amigos: Ildefonso —que todavía era abad, no metropolitano— y Tajón obispo de Zaragoza.
Terminado el concilio de Toledo en el último mes del año 656, Quirze, quizá a causa del largo viaje a Barcelona, cayó enfermo y tuvo que iniciar un periodo de reposo. Durante el cual —leyó el libro de Virginitate de su amigo, San Idelfonso. Gracias a esta lectura, nos dice la crónica, nuestro obispo de Barcelona logró alcanzar nuevas energías y recuperar la salud que le permitieron volver de nuevo al desempeño del ministerio episcopal. Posiblemente el autor de la crónica cree que se refiere a una curación milagrosa.
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DHEC III, 193; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 261; MARTI BONET, 63.
PUIG I PUIG, doc: -Carta gratulatoria del obispo Quirze a San Ildefonso, obispo de Toledo, por su obra “De virginitate Sanctae Mariae”, 347
-Carta de San Ildefonso al obispo Quirze, 348
-Carta del obispo Quírze a San Idelfonso, 349
-Carta de San Ildefonso al obispo Quirze, 349
-Prefacio de los cinco libros de la “Sentencias” de Tajón, obispo de Zaragoza, dedicándolos al obispo Quirze, 350
-Epístola del obispo Quirze a Tajón, 352
-Himno del obispo Quirze “in festo Sanctae Eulaliae, virginis barchinonensis”, 352.


15  IDALACIO (Idacio) (c.667- 689)
Asistió a varios concilios de Toledo: el XIII (683) y el XV (688). Gran amigo de San Julián de Toledo. Éste dedicó a su amigo de Barcelona su obra denominada Responsiones. Los contemporáneos de Idalacio nos dicen que era santo y que “escribió mucho”, sin embargo se han perdido sus libros. Murió el 689.
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No menos ilustre fue el sucesor de Quirze llamado Idalacio que sus contemporáneos le denominaban “sanctus”. Este obispo barcelonés (683-689) envió al concilio XIII de Toledo su arcediano Landulfo. El concilio se reunió el 4 de noviembre del año 683 en la catedral de Toledo, bajo la presidencia del metropolitano toledano San Julián, con asistencia de cuarenta y ocho obispos, veintiséis representantes de obispos, muchos abades y veintiséis grandes del reino. Todo el concilio supuso un respaldo a la corona del reino visigodo. Landulfo firmó las actas de este concilio en tercer lugar de los no obispos con esta frase: “Landulfus diaconus agens vicem Idalacii Episcopi Barcinonensis”. También el obispo de Égara Juan fue representado, por Graciano, presbítero.
Seis años después Idalacio se trasladó a Toledo, ya obispo, para la celebración del XV concilio de esta ciudad. San Julián de Toledo presidió el concilio y asistieron 61 obispos. El rey Ervigio había designado en su lecho de muerte a su yerno Egica, sobrino de Wamba. El obispo San Julián le había consagrado solemnemente y Egica precisaba el apoyo de los obispos; por esto se convocó, principalmente, el concilio XV de Toledo. También en este concilio los obispos se defendieron de las acusaciones vertidas anteriormente por el papa Benedicto II (años 684-685), sobre las supuestas teorías (o herejías) de la Iglesia Hispana opuestas —decía el Papa— a la ortodoxia romana.
San Julián de Toledo, amigo íntimo de Idalacio, le dedicó su obra Responsiones, en la que reproducía y defendía los cánones y leyes que prohibían que los cristianos fuesen siervos de los infieles. Este libro se ha perdido.
Por último cabe señalar lo que Jerónimo Paulo, cronista de esta época —y autor de un catálogo de obispos de Barcelona— nos dice que Idacio (Idalacio) de Barcelona “escribió mucho”. San Idalacio, San Quirze y San Nebridio fueron los obispos más célebres de los episcopologios de Barcelona y de Égara durante el período visigodo. Son considerados “santos”. Idalacio murió el año 689.
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DHEC II, 379; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 262; MARTI BONET, 64.
PUIG I PUIG, doc: -Prefacio del libro “Prognosticon seu de futuro saeculo”, de San Julián, obispo de Toledo, dedicándolo al obispo Idalacio, 553
-Epístola del obispo Idalacio a San Julián, obispo de Toledo, 355
-Carta del obispo Idalacio a Zunfredo, arzobispo de Narbona, 356.


16  LAÜLFO (c.689- 702)
Siendo diácono fue enviado por el obispo San Idalacio al concilio XV de Toledo (688). Después, ya obispo, asistió a los concilios XVI (693) y XVII (694) de Toledo, y últimamente al concilio XVIII de Toledo celebrado el 702.
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Como hemos dicho San Idalació murió el año 689. De su sucesor Laulfo sólo sabemos que asistió a un concilio de Toledo celebrado el 2 de mayo del 693 y que firmó —con el obispo de Égara Juan— sus cánones con la siguiente inscripción: “Laulfus Barcinonensis episcopus subscribi”. Los trece cánones exponen claramente el ambiente de constantes sublevaciones que presagiaban la invasión sarracena. Sublevaciones y revueltas —muchas veces sangrientas— de las que no eran exentas tanto las Iglesias Hispanas como sus obispos.
También es el periodo de los frecuentes cambios de sedes entre sus obispos: Félix metropolitano de Sevilla pasó a Toledo; Faustino de Braga a Sevilla; Félix obispo de Oporto a la sede metropolitana de Braga... Estos cambios eran totalmente impensables en la Iglesia Hispana anterior al año 681. Ahora con gran escándalo de los conocedores de la práctica de las elecciones canónicas, los nombramientos de obispos se los reserva el obispo metropolitano de Toledo con el consentimiento del rey. Pero en la práctica era el rey el dueño de la política de la Iglesia en Hispania. Buena prueba son las expresiones de los cánones de esos últimos concilios de Toledo en los que se repite constantemente: “¡Gracias sean dadas a Dios! ¡Dios proteja al rey!”. (Véase el canon 11 del concilio XVI de Toledo) A pesar de ello una gran hecatombe (en la segunda década del siglo VIII) se avecindaba y Barcelona será una de las iglesias más afectadas.
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DHEC II, 465; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 264; MARTI BONET, 64.


17  JUAN (¿antes del 850)
Un documento del 878 del archivo de la catedral de Barcelona le cita a causa de unas tierras usurpadas por un tal Recosindo.
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A pesar de esa férrea organización eclesiástica bajo la teocracia de Carlomagno en la que la diócesis de Barcelona obviamente también estaba sometida, una tenue autonomía se concedía en sectores menores de la sociedad. Teóricamente, los francos garantizaban a los habitantes del país el respeto de sus propiedades, el mantenimiento de las leyes en vigor —es decir, la ley romano-visigótica—, y aceptaban el ejercicio de la facultad de administrar la justicia, excepto en las causas mayores reservadas al tribunal del conde. Se podían regular también la exención de impuestos, y la limitación de los tributos y otros extremos. Sin embargo estas buenas disposiciones chocaron pronto con el movimiento independentista, que consideraba el “yugo” de los francos menos soportable que el de los anteriores amos, es decir, los sarracenos. Por este motivo, la historia de esta época (801-843) consiste en una serie de constantes revueltas entre unos condes fieles al emperador y otros condes que, acercándose más a los nativos, querían una independencia parecida a la de los otros países de la península (Asturias, Aragón y Navarra).
El cambio, pero, se produjo en el año 843, en que por el tratado de Verdún se consagraron definitivamente los derechos de Carlos el Calvo, sobre las regiones meridionales del Imperio. Al año siguiente todas las fuerzas vivas de la Marca se lanzaron como en una oleada de legitimismo a rendir homenaje y fidelidad al rey Carlos el Calvo, que en el verano del año 844 se encontraba en San Serni de Toulouse de Languedoc. A San Serni se dirigieron el arzobispo de Narbona, el obispo de Gerona, el representante de Sants Just y Pastor de Narbona, una delegación de la clerecía secular de la provincia, un grupo de ciudadanos de Barcelona y ciudadanos del castillo de Terrassa, los abades de la Grassa, de Albanyà, de las Escaules, de Amer, de Cubieres de Rasès, de San Llorenç del Narbonès, de Sureda, de Banyoles, de San Amiano de Narbona de Santa Grapa del Pallars, de Sant Policarp de Rasès, de Arès del Vallespir, de Psalmodi, de Castres y de Sant Climent de Reglella del Rosselló. Y la contestación no se hizo esperar: en una carta —en forma de privilegio solemne— dirigida a Barcelona y a Terrassa (año 844), Carlos el Calvo confirmaba y ampliaba aquello que anteriormente Carlomagno y Luis el Piadoso habían otorgado; y en otras posteriores, concretaba y determinaba los derechos de los beneficiarios, mostrándose siempre muy generoso. A pesar de ello claramente se configuraba que la Marca no sería más que una región de Francia y eso provocaba el descontento de no pocos nativos de la Marca Hispánica. Pocos años después, serían aceptados en los anales oficiales del imperio los obispos de Barcelona Juan (a. 850) y Adaulfo (a. 857-861). Pero no sucedía lo mismo en la antigua sede de Égara. Esta fue suprimida o anexionada a la de Barcelona.
A pesar de los acatamientos ofrecidos al rey franco esta sumisión duró poco. Una sublevación contra Carlos el Calvo (a. 848) y una razia sarracena (a. 852) en que se destruyó la ciudad y la catedral de Barcelona, marcaron un gran período de anarquía y de guerras entre los diversos pretendientes a la corona de Francia y entre los condes de la Marca. Pero al final se impuso de nuevo el orden, cuando, durante los años 870-878, Guifré el Pelós de Barcelona consiguió la sumisión de los condados de Urgell-Cerdanya, Gerona, Besalú y Osona.
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DHEC II, 424; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 267; MARTI BONET, 79.


Us podeu descarregar el document aquí: Catedral ve de càtedra núm. 5

domingo, 1 de marzo de 2020

ELS 120 BISBES DE LA DIÒCESI DE BARCELONA: Ugne, Emilia, Sever II i Oia (589-638)



Seguim oferint-vos quatre bisbes més de l'episcopologi de Barcelona.

10  UGNO (c. 589- 599)
Primero era obispo arriano de Barcelona. En el concilio III de Toledo (589) adjuró de la herejía. El 599 convocó un concilio (II) en su sede de Barcelona.
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Entre el periodo que va del concilio de Lérida (a. 546) hasta el obispo de Barcelona Ugno hay un vacío de unos cuarenta años. Los historiadores se preguntan si en Barcelona -como ocurrió en otras diócesis- tenían dos obispos uno arriano y el otro católico. La sede del primero –apuntan- sería la catedral actual y la del católico la actual basílica de Santos Justo y Pastor. Todo son conjeturas lo que sabemos que el 8 de mayo del 589 se abrió el tercer concilio de Toledo presidido por el rey visigodo y con la asistencia de los 72 obispos y cinco metropolitanos de España y de la Galia narbonense. Entre ellos está el obispo arriano de Barcelona “Ugnas (Ugno) in Christi nomine Barcinonensis ecclesiae episcopus in his constitutionibus, quibus interfui, annuens subscribsi”.
Las actas del concilio III de Toledo nos dicen que Recaredo tomó la palabra para invitar al sínodo a dar gracias a Dios por haber la nación (o raza) visigótica convertido a la fe católica. “Debéis, pues, —decía— estar contentos y gozosos de que las costumbres antiguas y canónicas, con la ayuda de Dios, vuelvan a los cauces antiguos... os he llamado a nuestra presencia con objeto de restablecer la disciplina eclesiástica, como quiera que hace muchos años que la amenazadora herejía no permitía celebrar concilio en la Iglesia católica». Recadero dio lectura de una declaración de su fe ortodoxa sobre el Hijo y el Espíritu Santo, aceptando los concilios de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia. «Oyendo estas cosas —continúan las actas del concilio— los obispos presentes (católicos y arrianos) dieron gracias a Dios y al príncipe (rey)”. Todo el concilio prorrumpió en alabanzas y se decretó, en el mismo instante, un ayuno de tres días» e invitaron a los obispos, nobles y clérigos a convertirse, emitiendo la misma profesión de fe que el rey había confesado.
Ocho fueron los obispos arrianos que se adelantaron a abjurar el arrianismo. Iba a la cabeza el anciano obispo de Barcelona (Ugno). Los términos de su abjuración fueron: «Ugnus in Christi nomine episcopus, anathematizans haeresim arriane dogmata superius damnata, fidem hanc sanctam catholicam, quem in Ecclesiam Catholicam veniens credidi manu mea de toto corde subscribo». Siguiéronle en la abjuración: Munila obispo de Palencia, Ubiligísculo de Valencia, Sumila de Viseo, Gandingo de Tuy, Bechila de Lugo, Arvito de Oporto y Froislo de Tortosa. Suscritos los cánones del concilio, San Leandro de Sevilla pronunció el discurso de clausura. Después el mismo papa Gregorio I Magno en un privilegio solemne desde Roma felicitaba al rey y a toda la Iglesia Hispana por el importante paso dado a favor de la ortodoxia y concedía el palio —insignia de poder y honor supraepiscopales— al metropolitano Leandro, que era su amigo cuando ambos residían en Constantinopla.
Diez años después del concilio III de Toledo se inaugura una página importante de la historia eclesiástica de Barcelona. Es el concilio de esta ciudad del 599. “Reunidos los obispos de la provincia Tarraconense —nos dice la crónica— en la iglesia catedral de la Santa Cruz de Barcelona “in urbem Barcinone in ecclesia Sanctae Crucis” iniciaron la celebración del concilio de Barcelona —el segundo— el día 1 de noviembre del 599, diez años después del célebre concilio III de Toledo donde el rey Recadero abrazó el cristianismo”. Así mismo en aquel concilio de Toledo —como hemos dicho— Ugno de Barcelona y Froislo, obispo de Lérida, abjuraron del arrianismo. Ambos obispos asistieron también al concilio de Barcelona. De Tortosa a la vez Julián, obispo católico, estuvo presente y los tres firmaron las actas con Asiático, metropolitano de Tarragona, además de cinco obispos: Simplicio obispo de Urgel, Aquilino de Vic, Numio de Calahorra, Galano de Ampurias y Juan (que se autodenomina «pecador») de Gerona. Además firmaron los representantes de las diócesis de Zaragoza, Lérida y Égara los presbíteros Máximo, Amelio y Ylergio respectivamente. Este último, unos años después será obispo de Égara.
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DHEC II, 594; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 257; MARTI BONET, 59.


11  EMILIA (c.610- 633)
Asistió a la entronización del rey Gundemar (610) y al concilio de Égara (615).
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Del siglo VII conocemos cinco obispos que ocuparon la sede de Barcelona: Emila, Severo, Oia, Quirze e Idalacio. Algunos de ellos con los de Égara concurrieron en los respectivos concilios visigóticos. La asistencia de los obispos de Barcelona en los concilios de Toledo era muy frecuente. Por lo menos asistieron a siete concilios (de los años 610, 633, 634, 638, 656, 683 y 688). Se observa, pues, que el deseo manifestado por el rey Recaredo según el cual se debían celebrar concilios nacionales visigóticos, se cumplió profusamente. Sin embargo cabe señalar que en todos estos concilios se siguió la funesta política de confundir estrechamente los poderes civiles y los eclesiásticos. Así prescindiéndose del canon mencionado tercero del concilio de Barcelona (599) sobre el modo de elegir obispos, ya vemos que en el año 633 Severo fue elegido obispo de Barcelona por el rey Sisebuto en contra de Eusebio metropolitano de Tarragona que se resistió a ordenarlo. El rey a partir del concilio XII de Toledo (681) nombraba, de acuerdo con el prepotente arzobispo de Toledo, a los obispos de Hispania. Pero ya de modo puntual con Severo de Barcelona (633) se inauguró esta mala costumbre real.
Después de Ugno (que abjuró del arrianismo), hallamos en la sede de Barcelona a Emila. Éste asistió en Toledo a la entronización del rey visigodo Gundemaro (610) y al reconocimiento de la primacía del obispo de Toledo, subscribiendo con estas palabras “Ego Emila Barcinonensis episcopus subscripsi”. En el año 615 el mismo Emila asistió al concilio de Égara.
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DHEC II, 61; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 259; MARTI BONET, 61.


12  SEVERO II (c.633- 635)
Impuesto como Obispo de Barcelona por el rey Sisebuto contra del metropolitano Eusebio de Tarragona. Envió como delegado suyo al concilio IV de Toledo a un presbítero de Barcelona denominado Juan (633). Murió antes de 636.
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A Emila le sucedió el mencionado Severo que como hemos dicho fue impuesto a la sede de Barcelona por el rey Sisebuto. Éste rey escribió una carta muy dura al metropolitano de Tarragona Eusebio en la que le decía que Severo era un buen candidato “varón que más agradaba a Dios que a los hombres miserables”. Al final el obispo metropolitano Eusebio aceptó que Severo ocupara la sede de Barcelona (633). Severo fue representado en el año 633 en el concilio IV de Toledo por medio de su vicario Juan, presbítero de su iglesia. Cabe advertir que si se acepta en el episcopologio de Barcelona a San Severo éste será Severo I y el estudiado será Severo II. Pero sino se acepta será simplemente: Severo.
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DHEC III, 441; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 259; MARTI BONET, 61.
PUIG I PUIG, doc: -Epístola del rey Sisebuto al Obispo Eusebio metropolitano de Tarragona, 347.


13  OIA (c.636- 638)
Asistió a los concilios V y VI de Toledo.
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El inmediato sucesor de Severo es un obispo denominado Oia (o Ula, Hola u Ola) que ocupó la sede barcelonesa por lo menos durante los años 636 y 638, en los cuales asistió a los concilios de Toledo V y VI respectivamente. En ambos concilios los obispos dan un sólido apoyo a la corona de los reyes godos. En el canon 4 se llega a decir: “el que traicione a su país será excomulgado y condenado a larga penitencia”, y en otro canon (13) se afirma: “se debe honrar a los funcionarios de palacio. Durante la vida del rey —que siempre será godo— nadie debe hacer proyectos sobre la futura sucesión”. Y como es lógico, era suficiente que se prohibiera a que todos hablasen de la sucesión y participaran en conjuraciones partidistas. Reinaba un absolutismo laico y religioso totales.
En el mismo concilio VI de Toledo también hablamos que hay varios cánones en los que los judíos quedan muy mal parados. Así se llega a decir: “No se debe consentir la impiedad judía; quien no la ataca será anatema”.
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DHEC II, 737; P. B. GAMS, 13; M. AYMERICH, 260; MARTI BONET, 62.

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